Ícaro (II)
lunes, 28 de octubre de 2013
Ícaro
II
Cargo las alas de Ícaro en mi
espalda.
No tienen plumas,
pues son ceniza.
Tal vez eso es lo que me acerca al
infierno,
o tal vez sea el fuego de mi rabia.
Aunque qué pasa si es cierto
que el infierno está congelado.
Que es un invierno constante
cuarteándote la piel,
dejándote los labios en carne viva
como cuando te beso.
Entonces tal vez necesitemos quemar nuestro pasado
e intentar calentarnos así los
huesos y las manos.
Pero no tenemos cartas, no tenemos
fotos,
y por ahora no sé hacer hogueras con
fantasmas.
Así que tendremos que aguantar,
tiritando, incinerados,
cada uno en un extremo del abismo,
buscando refugio en otros cuerpos,
buscando consuelo en otras camas,
y esperar a que nos vuelvan a brotar
las alas
de dónde solo queda infierno.
Buscaremos un cielo
hecho de ladrillos, de cemento,
de escombros, de semáforos en rojo,
de olor a gasolina,
en una ciudad que no nos pertenece,
en la que tú pintas los muros
y yo escribo en sus suelos.
Y sea lo que sea el infierno
nada tiene que ver con echarte de
menos
pues es peor castigo que cualquier
condena.
Etiquetas: Cielo abierto
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