No era justo
sábado, 26 de julio de 2014
Que cuando el
sistema hablaba de igualdad, en realidad hablaba de diferencias sociales. Que
cuando el sistema hablaba de derechos, en realidad quería decir privilegios. Y
que cuando hablaba de obligaciones, en realidad eran sacrificios.
Y eso era lo
que decían las palabras de Abraham. La batalla que representaban en tan pocos
conceptos. Zilliah casi podía verla, difuminada e imprecisa, pero alcanzable.
La vida de su hermana sacrificada en pos de los que debían ser iguales que ella
pero que, en realidad, se consolidaban como superiores. Ellos merecían vivir
más a costa de su sangre, de que ella viviera menos y siempre encadenada a una
cama de hospital. Perdiendo la vida con cada gota de sangre derramada.
Y esos eran
los gritos que había sepultado desde que tenía memoria. Las palabras sosegadas
de Abraham, eran los gritos de la niña que no quería esconderse. Que no quería
tener miedo cada noche. La niña que había visto morir a sus padres y
desfallecer a su hermana ante sus ojos. La que temblaba de miedo, tapada hasta
el cuello, desde que tenía uso de razón. Y se repetía, en voz baja una y otra
vez que
no era justo.
No era justo. No era justo.
Las palabras
se repetían en su cabeza como un mantra, como un grito ensordecedor, junto al
rugido de su sangre. Notaba el temblor en su cuerpo, la presión en su boca. Le
sabía la lengua a sangre. Ya no tenía frío en los pies.
Etiquetas: Dos vidas
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