"Las balas perdidas también causan heridas."


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Solo unos segundos.
lunes, 24 de marzo de 2014
Liam no alzó la cabeza, ni la mirada, se quedó en silencio y respirando despacio. Dio otras tres caladas, con la vista en sus calcetines rotos, antes de apagar el cigarro contra la palma de la mano izquierda. La quemadura le ardió por todas las terminaciones nerviosas, pero no movió ni un músculo. Lo hizo con tal naturalidad que si Zeta siguiera en la habitación tan siquiera se habría percatado. Agradeció que la mirada de la chica estuviera centrada en su espalda porque probablemente ella sí lo habría visto, pues parecía verlo todo.
Aunque al parecer no había reparado en la cicatriz de su palma izquierda, un pequeño círculo perfecto. Una cicatriz indeleble, grabada a fuego.
Se levantó, caminando hasta el baño para tirar el cigarro y aprovechar para mear. Y, cuando volvió, ella seguía ovillada sobre la cama, fingiendo dormir. Se acercó a ella, colocó las manos a ambos lados de su cuerpo y se inclinó hasta que su boca casi tocó su oído.

─ Si quisiera tenerte en mi cama, te habría pagado ─murmuró, con todo el sarcasmo que pudo reunir, devolviéndole el golpe.

Se sintió culpable, de la misma forma en que muchas veces se había sentido culpable tras haber golpeado a alguien físicamente. Pero sabía tolerar la culpabilidad, eran viejos amigos. Además, sentirse culpable le hacía recordar que estaba vivo, que sentía, que respiraba y que dolía.
Estuvo tentado a retirarle el pelo que tapaba su rostro, pero simplemente se quedó ahí, inclinado sobre ella, respirando contra su oído, los segundos suficientes para apreciar cómo la tensión crecía en su cuerpo. Le vio apretar las mandíbulas, sonrió.

─ Pero prefiero gastarme el dinero en mejores cosas que llevarme a la boca.

En ese instante De se reincorporó, tan de golpe que Liam tan siquiera tuvo tiempo de apartarse antes de que su cara estuviera casi pegada a la suya, antes de que sus manos estuvieran ancladas en su nuca. Antes de que ella se arrodillara entre sus brazos, le sujetara el rostro contra el suyo y le mirara tan de cerca que sus ojos se confundían y parecían uno solo. Un solo agujero negro en el que desintegrarse.

─ Tranquilo, soldadito, que no tendrás nada que llevarte a la boca. ¿No te han dicho que las putas no besan? ─podría decirse que hablaba, pero en realidad rabiaba contra su boca─. Tal vez deberías haberlo pensado antes de comerme la boca con la que se la he tenido que chupar a tantos como tú. E incluso peores.

Sus uñas se clavaban en su nuca con tanta fuerza que Liam supo que estaba haciéndole herida. Y no le importó. De hecho, quería que siguiera arañándole hasta que no le quedara sangre.
Apartó las manos del colchón para agarrarle las muñecas. Ella parecía poco dispuesta a dejarle marchar, pero apretó con fuerza hasta que consiguió que le soltara. Mantuvo sus manos entre ellos, sin apartarse, unos segundos. Solo unos segundos.

─ Por qué crees que te hice beber antes, feúcha ─una sonrisa sesgada, porque él estaba enteramente sesgado─, para desinfectarte la puta lengua.

Soltó las manos y se apartó. 

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