"Las balas perdidas también causan heridas."


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arte.
martes, 26 de marzo de 2013
Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.
(El cómplice – Jorge Luis Borges)

Y qué es lo que pasa cuando el mundo empieza a difuminarse a tu alrededor, a deformarse y volverse casi terrible, lleno de formas y colores que desconoces y a los que no sabes dar nombre. Que aparece el arte. Que aparece toda la poesía que intenta poner nombre a lo innombrable, las pinturas que intentan plasmar aquel color que, en realidad, son todos los colores y ninguno a la vez.

Lo que pasa cuando las calles te asfixian y sabes que, si das con las rodillas en el asfalto, te partirás los huesos. Lo que pasa cuando tu corazón ruge y te araña en el pecho, cuando tus ojos se anegan en lágrimas que no sabes derramar porque queman como ácido. Lo que pasa cuando tienes terremotos en el pecho, puñales metafóricos entre las costillas y otra mirada grabada a fuego en tus pupilas.

Lo que pasa cuando todas tus convicciones caen en picado sobre el abismo inquebrantable e insalvable de tus noches vacías sin sueños, de los días enteros soñando despierto. Lo que pasa cuando en tus ojeras se graban todos tus pecados y tus cicatrices son tus monstruos. Lo que pasa cuando las hogueras que antes te calentaban el alma ahora te calcinan los huesos y mañana solo eran ceniza en tus pulmones. Lo que pasa con todo lo que fuiste, lo que creíste, lo que rezaste, soñaste y viviste, es que nunca lo volverás a ser, a creer, rezar, ver o vivir porque lo que fue ayer nunca será mañana. Porque hoy es un cambio insalvable, pero para salvarnos tenemos el arte.

Palabras que nos recuerdan qué fuimos, sonrisas que nos acarician para recodarnos qué creímos, altares desquebrajados que nos susurran qué rezamos, pinturas sobre las paredes de nuestras cárceles que nos gritan qué soñamos. Y, al final casi escondido, todo nos recuerda lo que vivimos. Todos los libros que leímos, los posos de té en las tazas olvidadas en los rincones de tu habitación, todas las películas que nos hicieron llorar, los poemas que nos rompieron el corazón, las sonrisas que hicieron que nos temblaran las rodillas, los cuadros en las paredes de los museos que se nos anclaron en el pecho, el dolor de nuestros pies cansados de andar hacia el horizonte y nunca alcanzarlo.

Todo eso, esos puentes que tendemos para cruzar nuestros abismos, las espadas que blandimos para enfrentarnos a nuestros monstruos, eso es lo que fuimos, somos y seremos. Y eso es arte.

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