No escogeré otro destino: si debo morir, moriré contigo.
Tenía las manos a ambos lados de
su cabeza y su abismo se desparramaba entre ellos. Estaban tan cerca que Mir se
preguntaba cómo podían caber tantos monstruos en tan poco espacio. Pero ahí
estaban, desafiando a todas las leyes de la física, al igual que ellos. Notaba
el aliento de Riss contra su rostro, con ese deje a alcohol y tabaco que, de un
modo u otro, se habían convertido en parte de él y, por extensión, en parte de
ella. Ese olor que podía haberle resultado repulsivo o incluso degradante, le
resultaba casi reconfortante. Porque era la prueba de que seguía vivo aunque a
ratos deseara no estarlo, que seguía con el risco a sus espaldas y el infinito
sobre sus hombros. Que el abismo en el que miraba aún no había mirado en él a
tal profundidad como para perderse en él.
lunes, 28 de enero de 2013
Seguía ahí, al borde de su agujero
negro, sin llegar a caer en él por mucho que se desintegrara.
Y ahora ella también estaba ahí,
cerca y lejos a la vez, separados por todos sus monstruos y sus errores pero
unidos por sus ganas y su gravedad.
― No deberías haber venido,
cariño ―su voz sonaba baja y gutural, como si en vez de venir de su boca
viniera directamente de su pecho. O, incluso, de más abajo. De allí donde el raciocinio quedaba suprimido por los
instintos.
Ella tragó saliva, casi de forma
ruidosa, y la mirada de Riss se perdió en su garganta. Bajó poco a poco la boca
hasta alcanzar el cuello de la chica. Notó la aspereza de sus labios cortados y
secos, seguida de la lánguida sensación de calor que dejaba su lengua y el
abrasante pellizco de sus dientes. Extendió las caricias por toda la garganta
hasta llegar a su oído.
― Deberías irte. ―Mir no estaba
segura de dónde empezaba la súplica y dónde el deseo. Ella ya lo sabía, que no
debía de estar allí. Su cabeza se lo gritaba, pero su corazón no dejaba de
latirle que allí era a donde pertenecía.
― No me voy a ningún lado, Riss
―suspiró ella, con los ojos cerrados y el corazón abierto de par en par,
esperando a que él se lo rompiese.
(En realidad estos dos y su abismo no me pertenecen por completo.
Ya que tienen rastro de la Pólvora con la que comparto su historia.)
(Y el nombre de la entrada es de un poema de Maximilian Voloshin)
Etiquetas: Abismos insalvables
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