"Las balas perdidas también causan heridas."


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Tenía las manos a ambos lados de su cabeza y su abismo se desparramaba entre ellos. Estaban tan cerca que Mir se preguntaba cómo podían caber tantos monstruos en tan poco espacio. Pero ahí estaban, desafiando a todas las leyes de la física, al igual que ellos. Notaba el aliento de Riss contra su rostro, con ese deje a alcohol y tabaco que, de un modo u otro, se habían convertido en parte de él y, por extensión, en parte de ella. Ese olor que podía haberle resultado repulsivo o incluso degradante, le resultaba casi reconfortante. Porque era la prueba de que seguía vivo aunque a ratos deseara no estarlo, que seguía con el risco a sus espaldas y el infinito sobre sus hombros. Que el abismo en el que miraba aún no había mirado en él a tal profundidad como para perderse en él.

Seguía ahí, al borde de su agujero negro, sin llegar a caer en él por mucho que se desintegrara.

Y ahora ella también estaba ahí, cerca y lejos a la vez, separados por todos sus monstruos y sus errores pero unidos por sus ganas y su gravedad.

― No deberías haber venido, cariño ―su voz sonaba baja y gutural, como si en vez de venir de su boca viniera directamente de su pecho. O, incluso, de más abajo. De allí donde el raciocinio quedaba suprimido por los instintos.

Ella tragó saliva, casi de forma ruidosa, y la mirada de Riss se perdió en su garganta. Bajó poco a poco la boca hasta alcanzar el cuello de la chica. Notó la aspereza de sus labios cortados y secos, seguida de la lánguida sensación de calor que dejaba su lengua y el abrasante pellizco de sus dientes. Extendió las caricias por toda la garganta hasta llegar a su oído.

― Deberías irte. ―Mir no estaba segura de dónde empezaba la súplica y dónde el deseo. Ella ya lo sabía, que no debía de estar allí. Su cabeza se lo gritaba, pero su corazón no dejaba de latirle que allí era a donde pertenecía.
― No me voy a ningún lado, Riss ―suspiró ella, con los ojos cerrados y el corazón abierto de par en par, esperando a que él se lo rompiese.


(En realidad estos dos y su abismo no me pertenecen por completo.
Ya que tienen rastro de la Pólvora con la que comparto su historia.)

(Y el nombre de la entrada es de un poema de  Maximilian Voloshin)

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