"Las balas perdidas también causan heridas."


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un baile de luces.
martes, 27 de noviembre de 2012
— Pero… vosotros no sois así —lo dijo con la sorpresa bordando cada una de las letras—. Tú sabes que quieres a Sacha, que querías a Anastasiya y sabes por qué. Tú lo sabes.
— No siempre, Ira. No siempre lo he sabido —. Cierro los ojos durante un instante, buscando en la terrible oscuridad de mis párpados el recuerdo que necesito y las fuerzas que no tengo para explicárselo. Cuando les abro ya no llora, pero su cara sigue mojada. Entonces lo digo:
 »Estás ahí, de pie, frente a una chica rubia. Muy rubia. Una chica que te mira a los ojos con una sonrisa más grande que toda Rusia plasmada en su rostro. Te llama tovarich, te dice que deberías sonreír porque así estás más guapo. Y tú solo puedes preguntarte por qué lo sabe, por qué sonríe. Y, sobre todo, por qué te late tan rápido el corazón. Como si estuviera desbocado, como si tuviera alas y quisiera escaparse de tu pecho para salir volando. Como un grajo de alas negras y pico afilado, con su graznido de muerte jugando a ser latidos. Pero tus costillas son una jaula y duele contenerle. Ahí no lo ves, ni lo ves en las siguientes cien situaciones que te toca vivir.
»Pero entonces, un día, de repente… estás tendiendo la ropa y ella está colgando un vestido mientras murmura: Cuando escuches el trueno me recordarás*. Y, sin darte cuenta, tú estás respondiendo: y tal vez pienses que amaba la tormenta. Ella se gira, el vestido cae al suelo creando remolinos de tela blanca a su alrededor, la sorpresa baña su rostro. «Adam», jadea. Te agarra la cara con las manos, llora. «Adam, Adam, Adam. Estás aquí.» Y es verdad, estás ahí. Y sabes por qué. Y sabes que la quieres. Y dices: «siempre he estado aquí, Stasya, y no me voy a ir nunca». Sonríe. Se ríe a carcajadas. «Sabía que solo tenía que esperarte.»
— Te llamaba tovarich —afirma, con una pequeña sonrisa encajada en su rostro.
— A veces pienso que una parte de ella vive en ti. Sois tan parecidas… en la poesía, en el dibujo, en vuestra sonrisa. Pero ella leía poesía para olvidarse de que sentía y tú para que te haga sentir. Ella dibujaba lo que quería ver y tú lo que no quieres olvidar. Su sonrisa era luz, la tuya es…
— ¿Qué?
— Un baile de luces.

(*Frases de una poesía de Ana Ajmátova.)

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